La llamada que lo cambió todo para Sara
Han pasado ya 18 años de la llamada que lo cambió todo para Sara. Desde entonces, ha acompañado como voluntaria y monitora de ocio y tiempo libre a niños, niñas y jóvenes con cardiopatía en nuestros campamentos de integración en verano y encuentros ‘Caminando a Santiago’. En este relato, nos cuenta qué ha movido su corazón todo este tiempo y qué ha significado la experiencia para ella.
¿Quién me iba a decir a mí la primera vez que llamé a Menudos Corazones que iban a convertirse en parte importante de mi vida? Y digo ‘vida’ porque, si no me fallan las cuentas, han pasado ya 18 años de aquella llamada. Yo quería hacer voluntariado en hospitales; la mujer al otro lado del teléfono, después de un rato hablando, me preguntó si quería ir de campamento. Y fue en ese momento cuando empezó la aventura.
Me llamo Sara, soy monitora de ocio y tiempo libre desde que cumplí la mayoría de edad. En realidad, creo que mi experiencia como campista hizo que me atrajera antes este mundo. Era de esas niñas que ayudaban a los ‘monis’ y, cuando ya era de las mayores, estaba encantada con el papel de cuidar a los peques. Y fue en estos inicios adolescentes cuando decidí que quería ser maestra y monitora. En resumen, soy una enamorada de la profesión y de los momentos que brinda.
En todos estos años, he tenido la gran suerte de disfrutar de ‘grandes personitas’ llenas de alegría, entusiasmo y ganas de disfrutar. Y es que los nervios del primer día tornaban en felicidad por reencontrarse con sus amigas y amigos del campamento anterior, o por conocer a gente nueva; expectación por qué sorpresas y desafíos traería la experiencia; ganas de disputar el tan deseado Furor y, cómo no, disfrutar la fiesta del último día.
De llamada en llamada: la espera
Así que año tras año esperaba, allá por febrero, la tan ansiada llamada de si ese verano tocaba echar una mano como en esta actividad. Y es que éramos muchas y muchos los que estábamos deseando volver a participar. ¡Qué misión tan difícil para la capitana elegir entre tripulación inmejorable! Porque mis compis, sin duda, lo eran y siguen siéndolo. Imagino que no era tarea fácil decidir qué papel desempeñaría cada uno, cuadrar esa tripulación para que los pasajeros disfrutaran el viaje lo máximo posible.
Después de esa llamada, llegaba la convivencia para afrontar el nuevo reto. Un encuentro con compañeros conocidos y nuevas incorporaciones, cargado de ganas, buen ambiente, complicidad, generosidad y esfuerzo. Todo un equipo con la misma idea: ofrecer un espacio en el que los niños y las niñas con cardiopatías congénitas se sintiesen los niños y las niñas que son, con el foco puesto en sus capacidades y no en sus límites, pero sin perderlos de vista para asegurar una experiencia positiva. Un verdadero equipo trabajando con el objetivo de hacer de una semana de campamento una vivencia inolvidable.
Y es que una semana puede dar para mucho… Una cara angelical diciéndote “Yo es que soy cardiópata y no puedo comer judías”; ese instante en el que preguntas a los adolescentes “¿Has tenido ya tu ‘momento All Bran’?” y que luego se inventen una canción con la temática; verles buscar huellas de duendes con la ilusión que el mundo mágico despierta; que tu compañero te cante Bajo el mar con una puesta en escena inmejorable; que asistas a la reencarnación de las Azúcar Moreno para dar vida al tan ansiado Furor; o un viaje de vuelta cargado de “Pásame tu libreta que todavía no he firmado”.
Pero si tuviera que elegir algo de estos campamentos que me ha marcado es, sin duda, la bondad que se respira entre sus participantes. Ver cómo se cuidan, observar que aquella niña y aquel niño que conociste en el grupo de peques ahora forman parte del Proyecto para Jóvenes de Menudos Corazones y él empuja la handbike de su amiga para disfrutar con ella del Camino de Santiago; descubrir que ese esfuerzo se convierte en una minucia comparado con la grandeza de la ilusión y felicidad de su compañera y ver que lo hace con una sonrisa. Sentir que todo lo bonito que se ha plantado durante tantos años ha dado su fruto y disfrutar viendo que son el puro reflejo de la generosidad y la empatía. Sentirte tremendamente bien sabiendo que se han convertido en grandes personas, sentir el orgullo y la suerte de acompañarles en algunos momentos de su camino.
¡Cuánto he aprendido a vuestro lado, grandes luchadoras y luchadores! Qué ejemplo tan grande de vida dais siendo tan pequeños. Gracias por haberme enseñado a poner el foco en lo importante. Gracias, por todo y por tanto.
Sara